La gran meta de las aplicaciones de agroquímicos es alcanzar el objetivo para controlar plagas, enfermedades y maleza, y maximizar los resultados de la plantación. Para comenzar el proceso de pulverización, el productor necesita saber cuál es el objetivo biológico y adecuar la pulverización según cada necesidad.
Plagas, maleza y enfermedades tienen comportamientos diferentes.
Por ejemplo, existen las enfermedades que atacan el tercio inferior de las plantas y estas necesitan gotas capaces de alcanzar este objetivo. Para ello, el productor debe escoger boquillas de pulverización que creen gotas adecuadas para que, la dosis recomendada, alcance el lugar pretendido.
Otro punto al que el productor debe darle atención, es la presión correcta hacia la boquilla elegida, pues esta es responsable por la separación de las partículas; algo básico para que se alcance el objetivo biológico. Lo fundamental, para lanzar la presión adecuada, es la velocidad durante la aplicación que, en el transcurso de su aumento, altera la presión y formación de las gotas. El flujo será consecuencia de estas elecciones.
Actualmente, existen máquinas modernas, con sistemas que solucionan variaciones de presión por los cambios de velocidad durante la aplicación, manteniendo un estándar de gota para dejar, la pulverización, más eficiente. Ejemplo de esto es el sistema doble línea de pulverización, en el que existen dos boquillas trabajando, de manera separada o en conjunto, para buscar, siempre, la mejor presión para la operación de la boquillas, haciendo posibles aplicaciones con velocidades más altas, sin comprometer la calidad del producto disuelto.